20 de junio de 2019

Lo que nos dejó esta moción de censura


Por Margarita Obregón

Cada vez que se abre la posibilidad de una moción de censura en Colombia, somos muchos los que aún creemos con ilusión que de verdad este país llegó a la madurez política y que por fin el equilibrio de poderes, pilar de una democracia, funcionará y el legislativo, en serio, ejercerá su control político sobre el ejecutivo.

Pero siendo realistas, pasará mucho tiempo para que algo así funcione en Colombia, pues a pesar de algunos congresistas serios, que de verdad representan el interés del pueblo colombiano y entienden bien sus funciones, la mayoría no lo son y siguen ejerciendo su cargo en representación solo de su particular interés o cuando más, en representación de los particulares que los financiaron para llegar al poder.

Y además de ese interés ilegítimo que esa mayoría representa, escuchando el pasado debate  al Ministro de Defensa en la Cámara de Representantes, no es atrevido decir que existe mucha ignorancia entre nuestros honrables padres de la patria, ya que se confunde la moción de censura con un proceso penal, sin tener claro que esa es una figura de carácter político, cuya aprobación significa que el legislativo no avala la gestión del ministro respectivo, es responsable políticamente de aquello que se le imputa y por tanto debe dejar su cargo.

Pero ello no significa que el ministro sea responsable disciplinaria ni penalmente. Otra cosa es que las fallas en su gestión también evidencien transgresiones de esta naturaleza, caso en el cual se dará trasladado a quienes sean sus jueces para que de igual forma establezcan si es responsable en estas materias.

Es decir, un ministro separado de su cargo por una moción de censura no necesariamente es un delincuente si no tal vez un incompetente. Por ello la moción no tiene que fundamentarse en la comisión de un delito por parte del citado, sino en su poca idoneidad para estar al frente de esa cartera o en una falta que comprometa su capacidad y buen juicio para el ejercicio de sus funciones.

En el citado debate al Ministro de Defensa se oyó principalmente a los representantes del partido de gobierno y los agazapados detrás suyo, expresando que no había pruebas suficientes, que lo presentado no era contundente, que el ministro no sabía, etc, como si se tratara de un proceso penal donde si procede pedir la plena prueba o donde la duda favorece al implicado.


A mi juicio -de abogada- las pruebas si eran contundentes, pero en gracia de discusión si no lo fueran, aquí de lo que se  trataba era de avalar o no la gestión del ministro y establecer su responsabilidad política en lo sucedido en el caso de Dimar Torres y en la expedición de las directrices del ejército estimulando de alguna manera las ejecuciones extrajudiciales; y evidentemente el ministro tenía la responsabilidad política, o bien porque dio instrucciones o conocía los hechos en su real dimensión y las directrices dadas en el ejército,  que constituían claras violaciones a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario, o las desconocía, lo cual hubiera sido peor pues habría incurrido en una negligencia inadmisible en un ministro de defensa.

Como era de esperarse, la moción de censura al Ministro de Defensa no prosperó y por ahora, esta figura seguirá sin estrenarse. Se evidenció que en Colombia aún no hay verdadera oposición, salvo voces aisladas, y al final la mayoría se repliega para congraciarse con el ejecutivo y recibir sus prebendas o aún no se entiende lo que aquella significa.   

Lo bueno es que estas mociones de censura han servido para que la oposición pida cuentas al gobierno de turno, y los ciudadanos del común conozcamos de muchas historias turbias que nos pretenden ocultar.

En el caso particular, queda en gran parte de la ciudadanía una tremenda desconfianza hacia la gestión del ministro, pues gracias a algunos valientes militares y periodistas, medios de comunicación y organismos internacionales, y al debate en la Cámara, nos hemos enterado de cómo se maneja ese ministerio y de prácticas que muchos aborrecemos y condenamos sin importar el color político de aquellos que las ejecutan, permitan o promuevan.

Con estas evidencias llegó entonces la hora de que los ciudadanos del común tomemos partido por el derecho a la vida, por el respeto de los Derechos Humanos de ex-guerrilleros, soldados y civiles en general, y la hora de condenar la justificación de cualquier muerte.

Nos llegó la hora de repudiar la macabra costumbre de celebrar las bajas, pues no son números, son seres humanos con una historia, con sueños, con una familia, con unos padres y hermanos que lloran su ausencia y con unos hijos que crecerán sin ellos.

Y también llegó la hora de que quienes detentan el poder sepan que estaremos vigilantes para que eso jamás vuelva a suceder.