16 de julio de 2016

La inútil lucha contra las drogas ilícitas

Conocido el informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito -UNODC- señalando que los cultivos de coca en Colombia se han duplicado en los últimos dos años hasta alcanzar las 96 mil hectáreas, se anuncia desde ya el debate en el Congreso al Ministro de Defensa.


Para desilusión de todos, el debate se centrará en los mecanismos de erradicación de los cultivos ilícitos y su efectividad y ya imaginamos que los citantes se irán lanza en ristre contra la decisión del gobierno de suspender la fumigación aérea con glifosato, luego de una larga lucha librada por las comunidades que sufrían los efectos de este herbicida y que solo se canceló después de que la OMS indicó que el uso de esta sustancia tiene efectos probablemente cancerígenos sobre los seres humanos.

El Congreso no debatirá las verdaderas causas del aumento de las áreas sembradas con coca, ni la política antidrogas, que es el fondo del asunto, ni surgirá de allí un acompañamiento del legislativo al gobierno para fortalecer institucional y presupuestalmente las entidades encargadas de la sustitución de cultivos, como debiera ser, y suponemos que se limitarán a pedir más represión como siempre sucede con los grandes problemas que nos aquejan a los colombianos.

Y es que nos dedicamos a señalarnos unos a otros, y olvidamos lo elemental de un problema tan complejo: aquí lo que cuenta son las leyes del mercado y ellas explican que el aumento de estos cultivos se origina en el aumento de la demanda por parte de consumidores pues el número de adictos sube no solo Estados Unidos, principal consumidor, si no en Colombia donde el consumo y el tráfico interno han aumentado sustancialmente.   

Acabar con la demanda mundial es un imposible y disminuirla solo se logrará con la legalización de la droga. Se sabe que todos los males que acarrea el lucrativo narcotráfico provienen de su prohibición, y la corrupción, muerte y desolación que se derivan de él solo se acabarán cuando se legalice el negocio maldito. Pero Estados Unidos parece olvidar la experiencia vivida con la Ley Seca durante 13 años (1920-1933) en los cuales se prohibió el alcohol, y sin embargo continuó siendo producido e importado de forma clandestina, provocando un auge considerable del crimen organizado.


Por ello desconsuela ver como los norteamericanos siguen empeñados en su fracasada estrategia global de lucha contra las drogas, que tenía como objetivo un mundo libre de ellas (en lugar de concentrar sus batallas por un mundo libre de pobreza) a costa de nuestros esfuerzos, nuestros recursos y nuestros muertos. Los réditos y los intereses detrás de este negocio tienen que ser inmensos para que sigan empecinados en su inútil lucha.

Colombia ya empezó a dar el debate en la sesión extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrada en abril pasado, para que sus miembros acepten darle un giro a este tema y lo aborden desde la óptica de derechos humanos y salud pública teniendo en cuenta que los métodos represivos y de penalización han fracasado, pero sabemos que el camino para la legalización será largo y aislados no podemos tomar esa medida.

Con el nuevo enfoque planteado por el gobierno es urgente que toda la sociedad se apropie del mismo, y empecemos a exigir y apoyar el fortalecimiento de los programas de prevención, tratamiento y rehabilitación de los adictos.

Así mismo y con la misma urgencia se requiere dar solución a las 75 mil familias que viven del cultivo de coca y a los territorios donde ello ocurre para que tengan opciones sostenibles y rentables, que les dignifique su vida y los motiven a sustituir voluntariamente estos cultivos, no tanto por su ilegalidad, si no por la deforestación y erosión de los suelos que deja esta siembra, y tampoco se conviertan en presa fácil de la minería ilegal.

El gobierno ya ha iniciado varios programas en las zonas afectadas, pero para lograr resultados sostenibles, se requiere el esfuerzo tripartida y articulado de Estado local y nacional, empresa privada y sociedad civil pues el atraso y olvido del campo colombiano es una deuda imperdonable a cargo de todos.

Los acuerdos de la Habana denominados Política de Desarrollo Agrario Integral y Solución al Problema de las Drogas Ilícitas, constituyen principios de solución que todos los colombianos deberíamos conocer y apoyar si queremos un campo próspero, campesinos que vuelvan a su tierra a realizar los sueños truncados en lugar de deambular entre inhóspitas ciudades y todos podamos disfrutar sin miedo y en libertad de nuestros bosques, montañas, ríos y valles.  


Margarita Obregón