27 de agosto de 2024

Mi feliz regreso al colegio

Recuerdos de Uma y mami

Por Ana María Benavides

Para mi la entrada al colegio significaba un par de cosas: comprar y alistar todo lo del colegio y volver a Bogotá.

Mi ritual consistía en ir con mami (mami de Ibagué) a la 14 a comprar “cacharro” en todos los puestos. Uno por uno los recorríamos y yo me llenaba de aretes plásticos de caritas felices, pulseras neón en todos los grosores y en cuatro colores (fucsia, verde, amarillo y naranja), calcomanías o stickers que guardaba en un álbum para una ocasión especial, moños para el pelo…en fin todos mis accesorios para el año escolar.



También incluía un viaje un poco mas serio a comprar una caja de colores. Yo me moría por tener la caja morada de Prismacolor de colores de doble punta/doble color, esa tan grande que ¡tenía hasta dorado y plateado! Sin duda era la mas cara, así que con mami hacíamos un estudio de mercados por todas las papelerías entre la 14 y la 11 y de la quinta a la tercera. Cuando conseguíamos donde la vendían en mejor precio, llevábamos a Uma para comprarla. Mami era experta en pedir rebaja, así que siempre le sacábamos ñapa en forma de esferos de colores, que al estar prohibidos en mi colegio, eran la envidia de todo el curso.

No solo eran los útiles escolares. También comprábamos lo que iba a llevar en la lonchera. Había una bodega donde uno podía comprar productos Ramo al por mayor y de muy buen precio. Estaba todo siempre organizado por linea de productos. Maicitos, Tostacos, Gansitos, Ponqué gala de zebra, vino, y “normal”, biscochos, panderitos….mejor dicho, ¡el paraíso! Ahí nos aperabamos de un poco de todo para mis loncheras y para “La tienda” pues creo que Uma disfrutaba las galguerías tanto o más que yo.

Habiendo completado las compras, solo quedaba el corte de pelo a manos de Cielito  y empacar el maletín azul que use por años con todo ese menaje.

Así, con la maleta llena de golosinas y compras me devolvía para Bogotá. Nos íbamos hasta el aeropuerto donde siempre y sin falta había un conocido al que Uma saludaba efusivamente con un “qué ha habido hombre” y me recomendaba para el viaje. Seguramente también les decía que yo me portaba bien y no los estaba encartando.
 
La última parte de la despedida siempre era tomarnos algo en la cafetería del aeropuerto donde uno esperaba que llegara el avión de Bogotá. Ahí Uma siempre me daba unos “centavos” que eran bastante más que centavos y yo atesoraba para luego gastármelos en algún antojo de fin de semana en Solferino o en papitas Presto.

Luego, el amigo encargado me daba la mano para subirme al avión y dejar a Uma y Mami despidiéndome desde el otro lado de la reja café del aeropuerto.


Creo que esos años, acompañados de la planeación meticulosa de mi mamá para que a mi llegada tuviera todo nuevo para estrenar con el uniforme y la emoción de comprar los forros de Hojas para los libros y cuadernos (una pinta diferente cada año) hicieron que para mi la época de regreso al colegio fuera algo muy feliz y algo que todavía disfruto mucho, aunque en mi turno no hay que comprar sino el morral y la lonchera 🙃



Nota: Imagino que con la entrada al colegio de Santi llegaron al corazón de Ani todos estos recuerdos.

Palabras de amor para Uma

 Por Ana María Benavides


Yo crecí entre mi casa en Bogotá y la casa de Uma y Mami en la calle 11 #1-20, cerquita a la oficina de Uma para que el pudiera ir a almorzar a la casa y cerquita al Círculo donde aprendí a decir “Agua", seguramente porque él me mostraba las fuentes del parque Murillo.

Uma llegaba con el aguacate para el almuerzo, así el almuerzo fuera pasta, y en medio de su pausa para almorzar yo lo llevaba a mi propio salón de belleza donde le lavaba el pelo entre el lavamanos y le ponía un tarro de galletas en la cabeza para simular un secador de pelo y mientras tanto le hacía una mascarilla en la cara con cuanto producto sacaba de la nevera de mami. Él se dejaba hacer todo y después de semejante ritual de belleza volvía a la oficina!!
Por las tardes nos recogía en su Mirafiori blanco donde la Tita y me llevaba a comer banana split, o empanadas…. y a veces las dos!

Con Uma aprendí a jugar a la araña polla, a hacer cosquillas disfrazadas de “cuando le manden a comprar carne…” a hacer “serios” para después morirse de la risa, a saltar juntos en la “pama de uma” (y de paso destrozar las tablas y el colchón de la cama de mami), o juegos mas responsables como el naipe español, las ternas y escaleras, o rumiq.
Con Uma conocí la felicidad de los productos de oficina pues me apropiaba de todas sus cosas y me podía gastar un paquete de papel carbón y media resma de papel normal en una sola sentada…haciendo dibujos y tarjetas que después le vendía y ¡él y mami me compraban! Yo creo que mis visitas le descuadraban todos sus presupuestos pero él era tan sabio que sabía que esa felicidad no tenía precio y que todos estos años después, esos recuerdos nos iban a llenar de alegría.
A Uma aprendí a admirarle su habilidad supernatural para hacer operaciones matemáticas, para hacer un crucigrama de dos páginas de ancho, y también a reconocer sus debilidades y defectos sin ningún problema. Lo suyo no eran los arreglos de la casa ni las herramientas, y tampoco lo de manejar carro o matar el bicho de turno que se metía en el cuarto. Una vez se metió una cucaracha voladora a la casa y Uma se metió debajo de la sabana conmigo para escondernos de la desagradable bestia, mientras mami y la empleada de turno veían cómo matar al esquivo bicho. Otra vez, lo llamé en pánico pues había una lagartija en la sala y él muy serio me dijo: Digámosle que se vaya.
A Uma todo el mundo lo quería y siempre le llevaban cosas en señal de agradecimiento. Me acuerdo que a veces atendía gente que venía desde lejos en chiva y le traían guayabas, aguacates, lo que hubiera en cosecha; una vez le trajeron ¡un pollo vivo entre un costa!!! Él casi se muere de la risa y pues alguien más se tuvo que encargar del bendito pollo.
Uma nunca dejaba pasar una fecha especial sin que uno se sintiera celebrado. Siempre era la primera llamada que uno recibía el día del cumpleaños y ni qué decir de los aniversarios con mami o las navidades con el árbol lleno de regalos y un sobrecito marcado con el nombre de cada uno.
La inteligencia y el tamaño de una persona no se mide en títulos, se mide en la capacidad de adaptarse y de vivir feliz con lo que uno tiene y en la forma de tratar a los demás, y díganme si se imaginan a alguien mejor que él. Para Uma todo siempre estuvo bien, sin importar la dificultad de la situación, o lo imposible que nos pareciera a los demás. Su fortaleza ante la adversidad es una de las enseñanzas más valiosas y de las más difíciles de aplicar en mi día a día. Como dice mami, somos millonarios de haberlo tenido entre nosotros.
El álbum de mi cabeza y mi corazón esta lleno de recuerdos de Uma y mami. Esos recuerdos que han hecho que así viva a medio continente de distancia, él y mami sean parte fundamental de la vida de mi hijo Santi. Son también esos recuerdos los que nos hacen sonreír en este rato tan difícil.
Uma, gracias y mil gracias por haber sido tú. No existen palabras en el diccionario para describir a alguien tan increíble como tú. Sé que tu regreso a casa fue en jet interestelar, porque solo las almas puras como la tuya tienen ese lujo de ser luz aquí y allá.

Que Dios te bendiga y la virgen te acompañe.

PD: Palabras de despedida para Guillermo Obregón escritas y leídas en la misa de cenizas por su nieta mayor Ana María Benavides, el 13 de agosto de 2024