Por estos días, para
no decir por estos años, muchos colombianos nos sentimos agobiados con todo lo
que sucede a diario en nuestro país, y con frecuencia nos ronda la idea de
abandonar estas tierras, desconectarnos totalmente para olvidar tanta
injusticia y tanta canallada a nuestro alrededor y ante las cuales solo tenemos
nuestra impotencia.
Y es que quien no
pierde la esperanza en un país donde el presidente, a quien le dimos el
beneficio de la duda, se ha convertido en el hazmereir de tirios y troyanos, su
lucha contra la corrupción parece ser solo de palabra, los asesinatos de
líderes sociales que ya huelen a genocidio, aumentan, los paramilitares han
regresado a sus antiguos dominios, los crímenes contra los menores no se
esclarecen, sin mencionar las amenazas contra los periodistas y contra la
protesta social, que presagian tiempos aún más oscuros.
Y cómo no ser el
adivino de más desgracias, si el Presidente está secuestrado por las exigencias
de su propio partido, que tiene claro su objetivo de devolver las cosas al
lugar donde siempre han estado, para lo cual se han propuesto “hacer trizas los
acuerdos de paz” controlando con sus alfiles más recalcitrantes las agencias
del Estado cruciales para ello, y haciéndose los del vista gorda ante la
tragedia humana que vivimos a diario, con el fin de que los que siempre han
detentado el poder y la tierra, lo sigan haciendo de la misma manera y solo en su
propio beneficio. Y en este propósito acompañados de lo que queda de los
rancios partidos que no se resignan a perder sus beneficios, con una manada de
fanáticos formada por ellos y unos ilusos electores que aún creen en sus
promesas de discurso lleno de lugares comunes que nunca cumplen.
Pero hay una luz que se
percibe cuando entendemos que los cambios llevan un tiempo que quizá no sea el
nuestro, y que, en medio del caos, existen y surgen motivos para vislumbrar que
es posible una transformación de nuestra sociedad. Y qué mejor remedio para
nuestro desasosiego que encontrar esos motivos que nos inspiren para seguir
actuando en busca de un mejor país.
Cómo no buscar
inspiración en nuestros hijos, sobrinos y nietos para luchar por un mundo mejor.
Y cómo no encontrar esa fuerza en cientos de comunidades colombianas que se han
sobrepuesto a todas las violencias a pesar de sus muertos, o tal vez por ellos,
para luchar por sus derechos, por la posibilidad de vivir dignamente y hoy buscan
la verdad e impulsan proyectos de vida a las que sería imposible darles la
espalda por nuestra desilusión y desesperanza.
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Y qué gran motivo de
inspiración son esa nueva generación de líderes que nos están demostrando que
son capaces de resistir y conseguir lo querido.
Y me refiero a los
estudiantes que, a pesar de los señalamientos, infiltraciones, el ESMAD de
siempre, la indiferencia del gobierno, amenazas de muerte, lograron un acuerdo
con el gobierno que no solo aumentó el presupuesto para 2019 si no que permite
fortalecer y definir una ruta para la educación superior pública del país en
los próximos años. Y ahí siguen atentos como guardianes del pacto y promoviendo
otras causas que a todos nos convocan como el exitoso plantón para exigir la
renuncia del fiscal. Cómo no destacar y cómo no creer en una Jennifer
Pedraza, en un Alejandro
Palacio o en un Alex
Flórez, que con su liderazgo le han dado sopa y seco a políticos,
periodistas y contradictores y nos han enseñado a no desfallecer y que sí se
puede, sin destilar odios y si con mesura y argumentos que entendimos y nos
hicieron abrazar la causa de los estudiantes que rugen como los vientos cuando les meten al oído sotanas y
regimientos.
Y me refiero también a
esos activistas jóvenes que he conocido a través de Twitter como el caso de Mafe
Carrascal, que emprendió la protesta contra el grupo Aval por los
casos de corrupción de su socio Odebrech y toda la horripilante trama en la
fiscalía, con contundencia y sin amedrentarse. Las amenazas y ataques no se han
hecho esperar y provinieron primero de la vicepresidenta de la República, luego
del Superintendente Financiero, y alguno que otro profesor despitado o a la
orden de “Luis Carlos” que la acusaron infundadamente ante la fiscalía de
causar pánico económico, cuando ni lo uno ni lo otro, pues si lo hubiera, ese
sería causado única y exclusivamente por la mala reputación del grupo
empresarial. Y esta joven se ha mantenido en su lucha ahí, con argumentos, y
con un valor envidiable, a sabiendas de los monstruos de poder a los cuales se
enfrenta. Cómo no tener esperanza viendo a esta guerrera.
Y si estamos con los
“ojos abiertos y los oídos despiertos” seguiremos descubriendo jóvenes de su
talla. Nada mejor entonces en estos tiempos sombríos que seguirlos,
acompañarlos en sus luchas, aprender de ellos y renovar nuestra esperanza.