24 de abril de 2016

Ni gobernantas ni miserablas




Por estos días volvió a mencionarse en las redes sociales el llamado de atención que hace la Real Academia Española (RAE) al uso, a su juicio inapropiado, del “todos y todas” y en general sobre el desdoblamiento artificial del lenguaje con el fin de evitar el sexismo.

Leí el documento que dio origen a la recomendación de la RAE, elaborado en 2012 por Ignacio Bosque, llamado “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer” aprobado en forma unánime por los académicos, entre ellos Luis Goytisolo y Arturo Pérez-Reverte. En general debo decir que comparto su contenido.

Reconozco la existencia del lenguaje sexista y excluyente utilizado de manera abierta o con mucha astucia por aquellos que ven en el machismo una forma de perdurar su poder y también por aquellas que sacan réditos de ese machismo (recuérdese la senadora Liliana Rendón: si me pegó fue porque yo me la gané)

Al igual que Teresa Cabré (El Sexismo que ocultan las palabras), considero que el sexismo no es un problema gramatical sino social y que la gramática evoluciona sin necesidad de forzarla artificialmente.

No creo que la esencia de la lucha por la igualdad de género esté en desdoblar el lenguaje artificiosa y ridículamente en femenino y masculino o usando sistemáticamente palabras neutras para evitar el sexismo y menos en nuestro día a día.


Particularmente nunca me he sentido discriminada por el lenguaje porque desde siempre entendí el uso del masculino como genérico en el idioma castellano. Ya de por sí me parece extraño el desdoblamiento en lo que hace a las profesiones aceptado por la RAE. En los sustantivos neutros no veo la necesidad de decir jueza, presidenta, gobernanta si hubiéramos podido decir sencillamente la juez, la presidente, la gobernante. Para eso son los artículos determinantes ¿o no?

Tiene razón la RAE en la nula practicidad del desdoblamiento genérico pues sería agotador hablar de esta manera y para la muestra este párrafo que encontré en Internet:

Señores y señoras, estamos hoy reunidos, profesores y profesoras, para iniciar unas conferencias donde todos y todas, miembros y miembras, podamos opinar…

Tampoco creo que se trate de usarlo de manera rigurosa en los textos o alocuciones oficiales y si no miren la dificultad para leer este fragmento de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela citado en el informe de Bosque:

Sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República, Fiscal General de la República, Defensor o Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional.

Creo que las recomendaciones para evitar el sexismo en el lenguaje son válidas, pero se deben seguir solo en determinados contextos y para hacer énfasis en ciertas situaciones, nunca de manera sistemática.

En mi caso, prefiero gastar toda mi energía en conquistar la igualdad salarial, la igualdad de oportunidades para acceder a los cargos de responsabilidad, trabajar para que se acabe la violencia doméstica, los brutales feminicidios, apoyar a las madres cabeza de familia, educar a los hijos en el trato igualitario e incluyente sin distinción de géneros y con mente abierta frente a la diversidad. O lo que es más básico, en Colombia, seguir educando a muchos señores que de manera increíble no han derogado de sus mentes la potestad marital, no obstante que la Ley 28 de 1932 le dio plena capacidad civil a la mujer para disponer y administrar los bienes de su propiedad, sin limitación de ninguna especie.

Por ahora y mientras la gramática sigue su curso normal, prefiero decir “yo pienso” y no “una piensa” y no me sentiré una “miserabla” por negarme a implementar este lenguaje artificial pues en estas épocas del postconflicto en Colombia terminaríamos hablando de los actores y las actrices del conflicto armado.

Brutal!


Margarita Obregón





    




No hay comentarios:

Publicar un comentario