19 de junio de 2016

Fútbol, no solo una pasión

Por estos días, con el variado menú de fútbol que tenemos con el final de la Copa Águila, la Copa América y la Eurocopa, es fácil comprobar que este deporte no solo es pasión, no solo es el mejor espectáculo del mundo sino un lenguaje universal que hace aflorar idénticas emociones en los deportistas y en los hinchas de todas las latitudes.

Basta con mirar en los campeonatos mundiales, los estadios y las plazas de las principales ciudades de cada continente llenos a reventar de hinchas que celebran el triunfo de su selección o lloran por su eliminación, para comprender sus reacciones porque ya sean ingleses, italianos, brasileros, japoneses, marroquíes o argentinos, nos identificamos con sus sentimientos porque los vivimos en carne propia frente a los aciertos y fracasos de nuestro equipo del alma, siendo inevitable pensar en medio de tanta carga emocional que de verdad todos somos iguales.

Hinchas españoles

Y esa comunión de sensaciones provocada por el fútbol se da no solo con personas de cualquier raza si no de cualquier edad, condición o género. Es el caso de las mujeres que ya nos metimos en un campo antes exclusivo de los hombres para opinar, sufrir, disfrutar y celebrar desde nuestra perspectiva y en su compañía.

Y lo más curioso es que con el fútbol se superan, así sea por momentos, los más enconados odios y los enemigos acérrimos encuentran un lugar común. Y si no pregúntenle al presidente Maduro y a Leopoldo López si apoyaron o no a su selección en el partido contra Argentina.

Y además de esa identidad que genera con personas que ni en nuestros sueños llegamos a imaginar es fácil ver en este juego valores que reclama con urgencia nuestra sociedad como la autenticidad, la fraternidad y el liderazgo.

Nada más genuino que las reacciones de los futbolistas en la cancha ante un gol, errar un penal, un triunfo o una derrota. A quién no le llegaron al alma las lágrimas de Farid Mondragón ante la eliminatoria de Colombia en el mundial de 1998 o el desconsuelo del volante peruano Christian Cueva quien falló el penal decisivo que eliminó a Perú de esta Copa América.
David Seaman consuela a Farid Mondragón

Y ni qué decir de los gestos de solidaridad que se producen entre los rivales. En ese mundial del 98, afloraron nuestros mejores sentimientos cuando vimos a David Seaman, el portero inglés consolando a Farid, y la prensa peruana se conmueve hoy con los gestos de Edwin Cardona, David Ospina y Juan Guillermo Cuadrado, quienes dejaron a un lado el festejo por el triunfo de Colombia, para darle ánimo al peruano Cueva, por el fallido penal.

Y las lecciones que nos deja de liderazgo y manejo de grupos darían para crónicas y libros enteros como los del argentino Jorge Valdano, uno de los más apetecidos conferencistas en el mundo empresarial, llenos de enseñanzas no solo para los líderes si no para la vida misma, basados en su experiencia como jugador y técnico de fútbol. O como la biografía y los vídeos del catalán Pet Guardiola, que ruedan con mucha frecuencia en las reuniones de liderazgo de las diferentes empresas como referente de los más encumbrados CEO´S por su especial relación con los integrantes de su equipo y la disciplina que les impuso para obtener esos ya insuperables resultados del Barcelona Fútbol Club.     

El trabajo en equipo que se consigue en este deporte para alcanzar su meta (meter goles, ganar) es la envidia de todas las organizaciones que no logran alinear a sus diferentes áreas en un mismo objetivo, así como la evidente renuncia a los lucimientos individuales por el brillo del equipo, que haría evolucionar cualquier tipo de sociedad.

Muchos dirán que este exceso de fútbol en Colombia es por aquello de “pan y circo”. Por el contrario, ante la urgente necesidad que tenemos de reconstruir el país que soñamos de manera colectiva, es mucho lo que podemos aprender del balompié.

Nuestro desafío es trasladar sus valores no solo al mundo empresarial si no a nuestra sociedad.

Margarita Obregón







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