En Colombia
solo el 7% prefiere cómo jefe las mujeres y por el contrario un abrumador 66%
prefiere a los hombres, según encuesta de Michel Page. Me pregunto si esto
obedece a que las mujeres somos en realidad malas jefes, o es algo que simplemente
está en el imaginario colectivo pero que en nada se parece a lo que se vive.
La verdad
es que mis primeros jefes fueron hombres y la experiencia no fue mala. No tengo
queja de ellos, pero recuerdo que ya en aquel entonces mis compañeros me decían
que tuviera cuidado si llegaba a tener por jefe una mujer.
A mí me
daba risa, y todos sus comentarios me parecían sexistas, machistas y sin
fundamento, hasta que por fin me llegó el día.
Mi primera
jefe mujer basaba su estilo de liderazgo en una premisa simple: él mejor era el
que trabajaba hasta más tarde en la noche. Pasaba largas jornadas que
comprendían días enteros con sus noches, revisando las cuentas de la compañía
hasta el último centavo. Al día siguiente, continuaba su trabajo sin siquiera
cambiarse de ropa y con su desabrida cara. A las cinco de la tarde nos mandaba
decir a quienes le reportábamos directamente que la esperáramos, y fueron
muchas las ocasiones en que a las 8 o 9 pm preguntábamos por ella y ya la “doctora”
había salido de las oficinas sin avisarnos. Como era de esperarse, su paso por la
presidencia fue corto y gris.
Mi segunda
jefe mujer era joven y su estilo consistía en el seguimiento y control
milimétrico de cada uno los actos de sus subalternos. Socialmente simpática, entretenida,
pero como jefe era insoportable pues debíamos pedirle permiso literalmente
hasta para ir al baño. No se imaginan las situaciones tan divertidas que viví
pues dentro de su grupo estaba el presidente del sindicato de esa empresa. Hoy
me río, pero el agobio que producía la tiranía y la locura de esta mujer, eran
insoportables. Nunca más oí de ella.
Así como yo
muchos amigos me contaban sus anécdotas con “jefas”, que con frecuencia
confundían autoridad con maltrato, claridad con grosería y ser objetiva con ser
despiadada.
Obvio que
malos jefes hombres había y hay muchos. Irresponsables, mentirosos, alcohólicos,
flojos, histéricos, acosadores (por fortuna no me tocó ninguno) pero como eran
menos las mujeres en altos cargos pues se hablaba más de ellas.
En todo
caso, debo reconocer que muchas mujeres para ganar posiciones en las empresas, se
equivocaron adoptando la cultura que ya los señores habían impuesto que
conllevaba hablar fuerte, llegar tarde a la casa y estar en infinidad de
reuniones. En general a los señores no se les criticaba por ello y en casita
siempre los esperaba la comprensiva y abnegada esposa.
Por el contrario,
en la carrera por los altos cargos muchas mujeres lograron su objetivo, pero
también algunas perdieron sus maridos que les consiguieron el reemplazo pues
“culpa de ellas, porque al marido toca cuidarlo”. Varias rehicieron su vida,
pero las otras llenaron su soledad con su trabajo convirtiéndolo en su vida y
razón de ser, lo que repercutió negativamente en su estilo.
No es
entonces que en Colombia las mujeres seamos malas jefes. Es que cuando lo
somos, el pecado se nos nota más. Particularmente yo no creo en etiquetas y
creo que no es cuestión de género si no de estilo y los personajillos inseguros
que se valen de cualquier ínfimo poder para explotar a los otros son de
cualquier sexo.
Para
fortuna de todos, esos malos estilos de liderazgo están mandados a recoger.
En el siglo
XXI un líder es el que inspira y da confianza, deja volar a su equipo, no le
importa su presencia permanente en las oficinas, le importan los resultados, y sabe que aquello de la “hora
asiento” no le genera ningún valor. El líder de hoy se preocupa porque los
integrantes de su equipo tengan tiempo para resolver sus asuntos personales,
está interesado en que todos comprendan que la vida no es el trabajo y sabe que
gente con sus asuntos personales resueltos es gente mucho más productiva. También
sabe que su reto es hacer que su equipo ame su trabajo y no que sus pupilos actúen
por miedo que paraliza y entorpece.
Y a las
mujeres se nos puede dar fácilmente esta clase de liderazgo. Es por tanto hora
de revertir el estereotipo “mujer= mala
jefe”.
Mujeres, es
nuestro momento. Tomémonos la cultura de las empresas y hagamos que este estilo
de gerencia sea una realidad y no solo el discurso de los gurús del management. Lideremos
el cambio y convirtamos el equilibrio vida familiar-vida laboral en el patrón a
seguir por todas nuestras empresas y hagamos de ellas un espléndido lugar para
trabajar.
Margarita Obregón
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