El atentado contra Imelda Daza el pasado 6 de mayo, fue la
comprobación de que un país en paz como el que soñamos, no será posible ya que
los enemigos de la misma, agazapados o de frente, ni han cambiado ni cambiarán
ni les interesa que acabe el negocio de la guerra de donde proviene su
poder.
Y sentí mucha vergüenza con Imelda Daza por no poder
ofrecerle después de tantos años un país mejor y mucha impotencia por carecer
de los recursos y el poder necesarios para no perder de una vez por todas una
colombiana ejemplar.
Imelda Daza. Foto tomada de El Heraldo |
Y es que la historia de esta mujer conmueve por su valor, su
inteligencia y su capacidad de perdonar.
Nació en Valledupar en el año 48, estudió economía en la
Universidad Nacional en Bogotá, y una vez culminado sus estudios regresó a su
natal Valledupar donde en la Casa de la Cultura, conoció a Ricardo Palmera
también economista de las élites del Cesar, y junto con él y otros amigos fundó
la Universidad Popular del Cesar, el movimiento cívico Causa Común, militaron
en el Nuevo Liberalismo junto a Galán, Rodrigo Lara Bonilla, la “Cacica”
Consuelo Araújo, y participaron en la fundación de la Unión Patriótica UP,
movimiento que surgió en 1984 durante el gobierno de Belisario producto de la
negociación con las FARC en ese entonces.
Imelda salió electa concejal de Valledupar en las elecciones
de 1986, pero no pudo ejercer como tal ya que una semana después del
lanzamiento de la UP empezó la violencia contra sus integrantes, con amenazas
constantes, seguimientos ilegales, asesinatos sistemáticos, lo cual hizo que de
siete concejales y un diputado electo en esas votaciones solo sobreviviera ella
quien optó por el exilio.
Viajó primero a Bogotá donde José Antequera le mostró la
lista de los próximos que serían asesinados en Valledupar, entre los que
figuraban ella, Ricardo Palmera y todos sus amigos. Luego de llamar a Palmera
para suministrarle esta información, salió con su marido y sus tres hijos
primero a Perú y luego a Suecia donde permaneció en el exilio desde 1987.
Palmera optó por la lucha armada con las FARC y se convirtió
en Simón Trinidad, encarcelado desde hace doce años en Estados Unidos.
13 de sus amigos murieron asesinados, junto con 125
militantes de la UP en el Cesar. La UP fue exterminada cobrando la vida de más
de 3.000 militantes de izquierda, defensores de derechos humanos y líderes de
diversas corrientes, asesinados por pensar diferente, por pretender la paz y la
reconciliación de Colombia.
Imelda sobrevivió al exilio en ese frío pero desarrollado
país dónde educó a sus hijos y supo lo que es un estado social donde es real el
respeto y la tolerancia. Allí sí logró ser concejal por el Partido Social
Demócrata durante 14 años.
Como siempre soñó con volver, regresó en 2014 ilusionada por
los vientos de reconciliación y participó en la contienda por la gobernación
del Cesar con una serenidad envidiable, sin prevenciones o resentimiento. Basta
ver su abrazo con el candidato del uribismo a la gobernación para comprender de
qué está hecha esta mujer.
Y ocurrió entonces el pasado 6 de mayo el atentado, ante lo
cual me pregunto ¿qué le vamos a ofrecer a Imelda Daza diferente a la lucha
armada y al exilio?
Será que ¿la dejamos al arbitrio de los señores del CD,
ahora de la resistencia civil contra los acuerdos de paz, para que la juzguen
por “terrorista”, “guerrillera disfrazada de civil”, o del “frente intelectual
de las Farc”, y con ello justificar el atentado?
O ¿vamos a dejar su seguridad en manos de los generales de
la República como el pacificador Rito Alejo o como aquel que pedía litros de
sangre?
O simplemente dejamos que muera como un número más con el
silencio cómplice de RCN y Caracol TV, dedicados por estos días a incentivar el
odio a la guerrilla (eso del perdón y de la reconciliación no es con ellos) y a
Maduro, o en las fauces de Julito y don Darío con sus clases matutinas de moral
y ética en defensa de sus intereses, y para quienes el paramilitarismo, la Mano
Negra y el Baile Rojo, no existen.
Imelda y su esposo Flavio. Foto tomada de El Heraldo |
Si queremos ofrecer a todas las Imeldas y a todos los
Palmera una opción distinta al miedo, al odio y al resentimiento que generan la
violencia, nos llegó la hora de actuar a todos los colombianos.
Porqué sí, aquí todos somos responsables de la guerra y sus
horrores, por nuestra indiferencia, por nuestra cobardía, por ignorar a
propósito nuestra historia, por tolerar a los violentos, por hacernos los de la
vista gorda, por perpetuar nuestros odios o por no tener el valor de detener a
aquellos que, con sus mentiras, mala fe y desinformación han hecho de este país
uno de los más violentos del mundo.
Si no hacemos un alto en el camino y detenemos a los
perpetuadores de la guerra y a sus áulicos, si no los censuramos de alguna
forma, este país es inviable.
Si no le ofrecemos a Imelda Daza Cotes una posibilidad y
garantías para realizar sus sueños y repatriar a sus hijos a esta tierra que
tanto ama, no tendremos una segunda oportunidad sobre la tierra.
Margarita Obregón
No hay comentarios:
Publicar un comentario